Bilbao 11 de febrero de 2018
Hola Mónico: No
era mi intención mandarte esta carta para felicitarte por tu cumpleaños, o al
menos no de esta manera, pero el destino lo ha querido así. En otras
circunstancias te hubiera llamado por teléfono y habríamos estado hablando
media hora, de esas cosas mundanas que
nos afectaban de cerca, de esas
socorridas trivialidades, del día a día o de temas trascendentes a los que dábamos soluciones rotundas y arreglábamos el
mundo por un momento.
Y hubiéramos quedado para la semana siguiente
porque este mes de febrero yo también cumplía años.
Pero
ese año no ha sido así, no lo es y no lo será de aquí en adelante. Aunque este mensaje
será continuo en el tiempo, ya no estará escrito con palabras, estará
construido con sentimientos y será lanzado al aire para que el viento te lo
haga llegar allá donde tu espíritu
repose.
“Sorpresas
te la vida” cantaba la Orquesta Platería
en los años 80, esa canción que nosotros canturreábamos dándole un sentido más
vital y mundano. Qué gran verdad transmitía, una sentencia que yo lo
diría con más crudeza: que puñaladas te da la vida, de esas
que no tienen cura, de esas que se llevan en volandas las ilusiones de las personas.
Hasta nosotros llegó
esa sentencia también, nuestra humanidad no nos podía librar de los azares del
destino. Fue a ti quien te llevó y todos lo que te rodeábamos nos dejo muy mal
heridos.
Qué quieres que te
diga, que no somos jóvenes pero que todavía
teníamos ilusiones, un futuro y muchas
cosas que compartir. No grandes proyectos, pero si pequeñas cosas, esas del día a día que te
unen, si aun se puede, más.
¿Cuántas cosas se te han quedado sin
terminar? ¿Cuántas sin comenzar? ¿Cuántas en pleno proceso de realización? ¡Tú eras
el que exprimías el tiempo para estar en todo y con todos! ¡Tú eras el
infatigable que convertía el ocio en
trabajo y lo contrario también!
Te has ido a destiempo, siempre es a
destiempo la marcha de los seres queridos. Una marcha que deja un gran socavón
en nuestra vida, uno de esos que es imposible llenar, quizás con el tiempo se
podría tapar, de mala manera, pero teniendo presente que esa tapadera es muy frágil y se puede
romper fácilmente.
Una ausencia, un agujero, una herida, todo
profundo. ¿Cómo iremos al pueblo y soportaremos tu no presencia? ¿Cómo no
recordar los momentos y los lugares de Alamillo en que nos acompañábamos? No
habrá nada que no nos recuerde tu imagen, porque tú abarcabas mucho, mucho
espacio, mucho tiempo, mucha gente.
Hasta en el puro egoísmo te echaremos en
falta. Más de una vez se nos escapará la frase: “Esto lo arregla Mónico cuando
llegue” ”Esto seguro que lo sabe Mónico”. Eras la referencia para muchas cosas
que nos afectaban.
Nunca llegué a decirte, nunca hablamos
del hecho que para mí tú y yo nos
conocimos en la Semana Santa del 72, no tengo recuerdos tuyos anteriores a ese
momento. Luego todo fue un continuo discontinuo en la vida. Muchos encuentros
aquí y allá, más breves más prolongados, en que pudimos afianzar nuestra primitud,
es decir esa mezcla de sangre y amistad. Y así hasta, hasta ayer. Ya
sabes, los años vividos nos enseñan a apreciar a los amigos y la familia en su
plenitud, y eso lo reunías tú.
No nos
que más remedio que pasar la vida, viviendo, conviviendo con este dolor ha
provocado tu desaparición dejando esa herida, que pasara de visible a
invisible, pero que apenas podrá cicatrizar en el tiempo. Sabremos, eso sí, que tu espíritu viajero nos rondará
eternamente estemos donde estemos y eso nos llenará de consuelo en momentos
difíciles.
Para terminar solo me queda, aparte de llórate, me queda o nos queda un
reto que es el de perpetuarte, es decir, trabajar para que persistas en la memoria,
en la mía y en la de los demás.
Finalmente en mi despedida solo queda darte
las gracias, gracias por haber tenido el privilegio de compartir contigo tantos
momentos en los que nos ayudaron, sin darnos cuenta, a moldearnos como
personas.
Mónico, un abrazo y ya sabes: siempre en el
corazón
Tu primo Jaime